maltrato animal

22.11.2011 07:54
Casi tres millones y medio de euros. Esa es la inversión en su mayor parte pública destinada a la creación de un Centro de Experimentación Animal en Lugo. La denominación, aséptica, políticamente correcta, con cierto halo científico para que sea más digerible, se refiere a unas instalaciones en las que animales medianos y grandes, incluídos perros y gatos como los que tenemos en nuestras casas, serán sometidos a procesos que les provocarán angustia psicológica, terribles dolores físicos y la muerte, sobrevenida normalmente tras un largo periodo de sufrimiento atroz. En el pasado ya se hizo con indigentes, huérfanos, enfermos mentales, homosexuales, prisioneros de guerra o convictos. Hoy son los animales no humanos las víctimas de ese negocio.
 
Ya las oigo, oigo las voces que juran que es por el bien de nuestra especie, que gracias a eso la calidad y esperanza de vida mejoran día a día, que me dicen si pensaría lo mismo si fuese mi hijo el enfermo que necesita de un tratamiento previamente probado en animales y de la asistencia de profesionales que han hecho sus prácticas con ellos. Ya las oigo y no me convencen. No lo hacen porque sé que en 2011 no es necesario pero sí peligros recurrir a la tortura para fines de investigación, didácticos o de pruebas de toxicidad.
 
Algunas razones en contra de su utilización: el modelo animal no siempre sirve. Nombres como Talidomida, Clioquinol o Mediator, con trágicas consecuencias para seres humanos, así lo demuestran. Los efectos de fármacos probados animales constituyen la cuarta causa de muerte en Estados Unidos y uno de cada siete hospitalizados lo son por esa causa. El 99% de los sangrientos estudios son repetitivos y se mantienen por razones económicas, pues hay todo un entramado de subvenciones, becas, publicaciones y tráfico de animales a su alrededor. Buena parte de las víctimas proceden de las perreras y no pocos son producto del robo en hogares como el suyo o el mío. No es la primera vez ni será la última en la que se descubren tramas dedicadas al mercado ilícito de mascotas destinadas a laboratorios de esta naturaleza.
 
Y ahora motivos a favor de su erradicación: Universidades como Harvard, Columbia, Stanford o Yale no emplean animales vivos en sus prácticas. ¿Salen por eso sus alumnos peor preparados? La respuesta es no. Las alternativas existen y se demuestran plenametne válidas: bancos de datos, test farmacológicos basados en la utilización de células sanguíneas humanas o placentas, ensayos de radioinmunología, simulación electrónica, modelos mecánicos, programas interactivos... Claro que las hay, se llaman experiencia acumulada y tecnología. Otra cuestión es tener ganas de utilizarlas.
 
Yo entiendo que la experimentación y la vivisección son cuestiones que encuentran fácilmente apoyo social pues basta con recurrir al argumento de los supuestos beneficios que reportan al hombre. Pero en los alegatos a su favor se sobredimensionan las ventajas, se callan los efectos indeseables para personas y animales y se ignoran conscientemente las otras opciones. En su momento fue aprobado un Real Decreto en Consejo de Ministros para prohibir la venta de cosméticos testados en animales, y la medida despertó reacciones similares a las que vemos en los que propugnan la continuación de la experimentación con seres vivos en laboratorios para fines educativos, farmacológicos o médicos. Por otra parte, las recomendaciones de la UE para la reducción del uso de animales en estos campos también parecen chocar con la hipocresía, los intereses y el desprecio de particulares y empresas que se lucran con la actividad.
 
Tres millones y medio de euros para realizar extracciones de ojos en vivo, implantes, descargas eléctricas, quemaduras térmicas, químicas o radioactivas, inhalación de gases, traumatismos, amputaciones, inducción de ataques cardíacos y epilépticos, obesidad, úlceras, fallos renales, deshidratación, parálisis, ingesta de drogas, ahogamientos, asfixias, intervenciones con el animal consciente... La lista es tan larga como macabra. Toda una fortuna para edificar un sórdido e innecesario Centro con el que conviviremos pero del que nada sabremos, porque como siempre, un absoluto secretismo silenciará lo que ocurra detrás de sus siniestros muros, para algunos muy rentables, pero tortuosos y letales para los condenados sin voz que los habitan, esos que los traspasaron obligados y saldrán de ellos convertidos en despojos en nombre de una industria que se niega a reconocer los avances que la harían desaparecer tal y como está concebida actualmente.
 

La generosidad ministerial con la tauromaquia

 
 
Rematáis vuestro mandato practicando un postrer descabello no sé ya si a la decencia, a la sensibilidad, a la justicia o a todas ellas, una tríada que habéis ejecutado en Consejo de Ministros.Ni en los últimos instantes de la legislatura mostráis la valentía de incluir la violencia ejercida contra seres inocentes, una violencia pública, en el único lugar que le corresponde: el cajón de los delitos. Abandonáis el poder con un gesto más propio de los césares entregados al desquiciamiento en su ocaso, que de un equipo de políticos que se las dan de gestores comprometidos con el progreso y de contrarios a conductas salvajes comunes en un pasado que no sabéis o no queréis superar.
 
Os váis instaurando desde el Ministerio de Cultura el Premio Nacional de Tauromaquia con una asignación de treinta mil euros. Hay de por medio seres torturados y asesinados, no es pues la cuantía el factor más importante, pero sí tiene mucha relevancia en un contexto dramático para tantos ciudadanos. Con esa cantidad podrían vivir tres familias durante un año. Hablo de pagar su casa y de comer. Vosotros preferís utilizarlo para ensalzar y agasajar a quienes martirizan a un animal.
 
Mis palabras, sé que muchos las calificarán así, no son demagogia. La realidad es sólo una: que la tauromaquia implica dolor y muerte y que el Estado nos oprime con recortes básicos por su precaria situación financiera. No tergiverso nada por lo tanto para halagar voluntades, sino que describo unos hechos tan ciertos como vergonzosos. Demagogia es exigir libertad empuñando el acero para acabar con vidas.
 
Hace pocos días la Ex Ministra Carmen Calvo declaraba que si las corridas desaparecen habrán de hacerlo de forma natural y no por la abolición. Resulta bastante ruin respetar mientras dure la existencia de una costumbre cruel que genera víctimas en vez de forzar su final. Pero aún admitiendo esa aberración, ¿cómo se hace compatible tal postura con las continuas inyecciones económicas que recibe desde la administración? Por sí misma la tauromaquia sería historia hace tiempo ya que es absolutamene incapaz de sobrevivir sólo con los ingresos propios, porque pagar para ver sufrir a una criatura es una perversión que pierde adeptos.
 
Y ahí llega el Estado, generoso mecenas para unos y cicatero hasta la mezquindad para otros, aflojando los billetes para alargar la vida de un paciente terminal. ¿De qué muerte natural habláis entonces? Y aún decís que la intencion de este reconocimiento es "aportar a la tauromaquia el carácter cultural que lleva intrínseco y la importania que conlleva dentro de todos los círculos artísticos". Todo un alarde de juegos florales para justificar la segunda dotación más alta del Ministerio de Cultura como premio a una tradición sádica que interesa ya a muy pocos. Podríais marcharos ofreciendo un ejemplo de compromiso con los derechos de los eternos maltratados, sin embargo, habéis escogido hacerlo laureando a sus verdugos. Ya es triste que sea esta una de las pocas razones por las que no os van a criticar vuestros sucesores.
 

Al torero en su cogida

 
 
Torero, no pienses que tu muerte en la arena me deja indiferente. Tampoco lo hacen tus heridas. Y esa mueca convulsa, aunque te cueste creerlo, mejor dicho: a pesar de que te convenga negarlo, me sobrecoge y entristece. Así pasa cuando la empatía con el sufrimiento de otros no se construye sobre la distinción entre especies, sino que se apoya en la conciencia del padecimiento ajeno y del valor que la propia vida posee para cada cual. Sé que te resultará difícil entenderlo y que aún haciéndolo preferirás no admitirlo, pues tal sinceridad desmontaría una de las falacias más ruínes y recurrentes utilizadas por el mundo de la tauromaquia para denostar a los que pedimos la abolición. Y no estáis sobrados de razones precisamente.
 
Lo cierto es que se me antoja un instante terrible aquel en el que el cuerno del toro desaparece en tu ingle o se hunde en tu rostro desencajado. Igual de espantoso, torero capaz de sentir miedo y dolor, que el de tu espada ensartada en el animal hasta la empuñadura mientras el acero le atraviesa piel, músculos, nervios y vísceras. Él, para su desgracia en un mundo donde la reacciones humanas son la única medida, no sabe gritar, pero está tan dotado como tú, mamífero vestido de luces, para experimentar angustia física y psíquica..
 
Ambos cuerpos sangrientos y desvencijados, el tuyo de hombre y el suyo de toro, los entiendo como un tributo absurdo y dramático a la escenificación de la violencia transformada en tradición intocable, en espectáculo y en negocio. Pero no es una tragedia sobrevenida por azar, ni la consecuencia indeseable de una acción virtuosa y necesaria. Son la estupidez y la brutalidad elevadas a arte imprescindible cobrándose el precio más alto por la crueldad, la ambición, la ignorancia y el egoísmo del ser humano.
 
Tu muerte me estremece tanto como la del toro, es verdad. Pero existe un matiz que diferencia tu suerte de la suya: él no escogió entrar en la plaza para ser torturado y ejecutado. Es, por lo tanto, la víctima. Tú saliste triunfante al ruedo de forma voluntaria con la intención de martirizarlo y acabar con su vida. Eres, pues, el verdugo. Y sólo muy de vez en cuando el destino te depara lo que al toro tú le reservas siempre.
 
A pesar del papel que cada uno tenéis asignado (el animal jamás puede elegir el suyo), mi entrañas se encogen si cualquiera de los dos, se dobla cayendo sobre la arena para masticar su sangre e intentar respirar sin que el oxígeno le llegue a los pulmones. No os ocurre sin embargo lo mismo a vosotros, taurinos de sensibilidad tan selectiva, porque cuando eres tú, matador, el que recibe el daño, los gritos de tus pares expresan su profunda aflicción, pero al ser el toro agonizante al que se le escapa la vida por sus hemorragias brotan los aplausos y las ovaciones. ¿Te imaginas que hiciésemos nosotros lo mismo mientras te llevan en brazos a la enfermería? Ahórrate el esfuerzo porque tal cosa no ocurrirá. Juráis amar al toro y le procuráis suplicio hasta la muerte. Nosotros, sin amaros, no deseamos vuestro dolor y tampoco el suyo. Esa es la diferencia entre el concepto que tenéis de respeto a la vida ajena y el nuestro.
 

 

 

 

"no al maltrato animal"

por: andres felie montes cardona...........